José
Garay, que a los 11 meses quedó con movilidad reducida por el resto de su vida,
contó la discriminación que sufrió en el ámbito laboral. En diálogo con Bea
Pellizari, referente de la problemática, analizó el panorama actual y las
medidas a tomar
Todavía no había cumplido un año
cuando una enfermedad marcaría el resto de su vida. Con apenas 11 meses, una
secuela de polio -también llamada parálisis infantil- en el mismo momento en
que comenzaba a caminar, le imposibilitaría desplazarse con normalidad. Desde
entonces, José Garay se moviliza con muletas y artesas.
Pequeños detalles que para
cualquiera pasarían inadvertidos, para José se volvieron una complicación, un
reto apremiante. Subir el cordón de una vereda, escalar una extensa escalera.
La discapacidad, sin embargo, no le impidió estudiar. Junto a la ayuda de sus
padres, siempre cerca suyo, terminó la primaria, la secundaria y la
universidad. Se graduó como contador público.
"En cuanto a mis relaciones
personales y de amistad, nunca me sentí discriminado. Por el contrario, tuve
mucha suerte. Mis compañeros de estudios jamás hicieron diferencias conmigo.
Siempre me apoyaron y ayudaron", le dijo José a Infobae. En el plano
laboral, por su parte, la dinámica no funcionó de la misma manera: "Cuando
llegás a una entrevista de trabajo, la gente te mira mal, te mira distinto,
como un bicho raro y se dejan llevar por los prejuicios".
En ocasiones, la entrevista tenía
lugar en un primer piso al que solo se accedía por escaleras. Lo padeció y
hasta tuvo que regresar a su casa sin realizarla. Una y otra vez, también,
chocó contra la frase: "Nos comunicaremos con vos". Ese llamado nunca
llegó. El empleo tan ansiado se concretó gracias a la influencia de una amiga.
Le brindó la autonomía que necesitaba. Mejoró su autoestima. Se consideraba uno
más, igual que el resto, pero después de tres años se quedó sin trabajo. Otra
vez.
Desde 1993, Bea Pellizari trabaja
en pos de la inclusión de las personas con discapacidad al mercado laboral.
"En Argentina viven 5.1 millones de personas con discapacidad y 2.2
millones de ellos están en edad económicamente activa (EEA), en tiempo de
trabajar. Informalmente se dice que más del 75% de la población con
discapacidad en EEA está desocupada", señaló Pellizari
Hoy es una referente absoluta en
la materia. En 2015 fundó Libertate, una empresa social que crea y promueve
trabajo sustentable para personas con discapacidad. De acuerdo a su mirada, se
produjo una mejora con el paso del tiempo. Las compañías incorporan la
problemática en sus políticas de RR.HH, pero a un ritmo lento y escaso.
Hay dos trabas que se interponen
entre las personas con discapacidad y el trabajo. Por un lado, el pedido de
experiencia. Por otro lado, competencias sofisticadas: educación técnica,
universitaria y hasta posgrados que especialicen. "Esto da por resultado
que no estén en el entorno laboral como deberían y menos en puestos de trabajo
calificados", explicó Pellizari.
José Garay implica una excepción.
Pese a su discapacidad, consiguió un título universitario aunque se postergó
más de la cuenta porque, después de quedarse sin empleo, el panorama se
oscureció. "Volví a mendigar por todos lados. Pensar en solo estudiar, no
te deja ni siquiera estudiar. No te podés concentrar ni siquiera en eso, lo que
hizo que perdiera muchas materias", recordó.
Pasó el tiempo y la penuria, por
fin, terminó. Por ayuda de un compañero de facultad, que había escuchado en la
radio sobre una organización que ayudaba a las personas con discapacidad a
conseguir trabajo, logró un puesto en la misma empresa de telecomunicaciones en
la que hoy, 20 años después, se desempeña como analista de Tesorería. Por
normativa interna, José no puede mencionar el nombre de la compañía, aunque
resalta el buen trato que le brindan tanto sus compañeros como su jefe. "Debería ser común y
corriente, pero José es casi un privilegiado", dijo Pellizari, que
enfatizó en el Estado como "actor central" en cuanto a la creación y
promoción de empleo en personas con discapacidad. "Primero debe monitorear
el cumplimiento efectivo de la reserva de cupo laboral del 4% establecido por
la Ley 22431. Después, se necesita una ley de cupo consensuada con las empresas
privadas de al menos del 2% de la dotación de RR.HH., asociada a un paquete de
incentivos fiscales sencillos de implementar, que impulsen a contratar a esta
población", puntualizó.
Pellizari también remarcó la
necesidad de una reforma en la Ley de Pensiones, dado que aún no se vive en un
entorno inclusivo, para que las personas con discapacidad no pierdan el
beneficio cuando acceden al trabajo. A su vez, sumó: "En épocas de auge
del emprendedorismo, se necesita hacer foco en el acceso a las líneas de
financiamiento y un paquete de incentivos impositivos adecuados".
Incluir. De eso se trata. Porque,
como dice José: "Aquellos que tenemos una discapacidad podemos hacer
muchas cosas que ni siquiera se imaginan".
Fuente: Infobae
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