sábado, 11 de abril de 2015

La teoría de las inteligencias múltiples y la discapacidad



Esta teoría afirma que no hay una única inteligencia sino ocho. Cuestiona la idoneidad de los tests de inteligencia actuales que se basan en solamente dos de ellas (las referidas al lenguaje y a las matemáticas) y propone que la enseñanza se centre en las capacidades de las personas. Quienes acuerdan con ella coinciden en que abre una nueva dimensión en la integración de las personas con discapacidad intelectual. Sus detractores también dan razones a considerar.

Introducción
“La inteligencia es lo que mide mi test”, dijo en cierta oportunidad Binet (1857-1911), el precursor de los tests de inteligencia.
Si bien la frase causó cierta conmoción y se interpretó de diversas maneras (desde que, en un acto de soberbia, su creador reivindicaba la exactitud de su método sin dar más razones hasta que la medición del coeficiente intelectual no poseía validez alguna), ella constituye una muestra de que el concepto de “Inteligencia” resulta difícil de definir y que su medida a través de diversas pruebas estandarizadas concita alabanzas y repudios, pese a lo cual, en sus distintas versiones, suelen utilizarse como una forma de dividir las aguas entre la capacidad y la discapacidad intelectual, además de graduarla en escalas superiores e inferiores.
Más allá del poco claro límite que presenta lograr un punto más o menos para ubicarse de un lado o del otro de la línea divisoria y de las protestas sobre la validez de los resultados ante la situación de estrés que implica ser “medido” (sobre todo en el caso de los niños y los adolescentes), sumado ello a una larga serie de variables factibles de comprometer la perfomance (estado emocional, de salud, cansancio, atención, interés, etc.), otro polo de discusión se centró durante cierto tiempo en si la inteligencia es una cuestión innata o, si, por el contrario, puede adquirirse o mejorarse por medio de la educación.
Las concepciones más antiguas apostaron a la opción innatista y es por ello que se desatendieron los aspectos educativos en aquellas personas que no daban la medida, puesto que si la inteligencia era una condición natural de cada ser humano, resultaba un esfuerzo inútil tratar de instruir a quienes no pudieran aprovecharlo.
Afortunadamente, aunque subsista cierta ignorancia al respecto, la concepción cambió y generalmente se acepta que si bien existe un aspecto consustancial, todos y cada uno de nosotros, podemos mejorar nuestras habilidades a través de la educación, entendida esta en su sentido más amplio.
Pero cuando parecía que las aguas tendían a calmarse, Howard Gardner, psicólogo, investigador y profesor de la Universidad de Harvard, una de las más prestigiosas de los EE.UU., presentó en 1983 su libro “Frames of Mind: TheTheory of Multiple Intelligences” (versión en español: “Estructuras de la mente: la Teoría de las Inteligencias Múltiples”), que cuestionó las concepciones que se tenían hasta ese momento sobre qué y cómo era la inteligencia.

No es una, son varias
A diferencia de la concepción monolítica que se tenía sobre ella, postuló que se trataba de varias y no de una sola.
Ello surgió de su trabajo en el Proyecto Zero, un grupo de investigación de la Escuela de Graduados en Educación de Harvard, que desde 1967 estudia el desarrollo de los procesos de aprendizaje en niños, adultos y organizaciones, y en otras instituciones.
En ese sentido, expresó que los tests que circulan solamente dan cuenta de dos de ellas, las referidas a las capacidades lingüísticas y a las lógico-matemáticas, mientras que, en realidad, existen cuando menos ocho distintas, que son las señaladas hasta el momento, aunque no descarta que puedan descubrirse otras.
Esta forma de encarar lo que se concibe como inteligencia deja fuera de toda posibilidad a quienes no posean las habilidades relativas a esos campos, mientras que puede ser que sobresalgan en uno o varios de los que permanecen sin contabilizar, como sería el caso de algunos artistas, deportistas e incluso científicos a los que, al administrárseles las pruebas tal como están concebidas, muy probablemente produjeran resultados que no se condicen con su excelencia en el área de su especialidad. En este sentido, Einstein no sería más inteligente que Messi, sino que sus inteligencias correrían por andariveles separados y diferenciados.
Las ocho inteligencias que describe son:
- La lingüística. Como su nombre lo indica es aquella que tiene que ver con el lenguaje, que resulta similar en todas las culturas.
- La lógico-matemática. Se trata de la capacidad de resolver problemas abstractos y efectuar cálculos numéricos. Junto con la anterior constituye el basamento de los tests.
- La espacial. Es la que está relacionada con la ubicación en el espacio, en juegos del tipo del ajedrez y con las artes visuales.
- La musical. Tiene que ver con la habilidad para percibir y analizar los sonidos, escuchar, cantar y ejecutar instrumentos.
- La corporal cinestésica. Esta es la que se emparenta con los movimientos del cuerpo y que incluye la utilización de instrumentos, indispensable para crear, reparar objetos y para la expresión corporal.
- La intrapersonal. También podría denominarse del autoconocimiento, puesto que hace referencia a los aspectos internos de cada persona, lo que involucra la vida emocional, la forma de pensar y todo lo que hace a la interioridad y su manejo.
- La interpersonal. Es la que permite una adecuada relación con los demás, a través de la capacidad de detectar sus estados de ánimo, temperamento, motivaciones e intenciones. Resulta vital para poder interactuar socialmente.
- La naturalista. Este tipo se caracteriza por la forma de percibir el mundo natural, principalmente, y permite distinguir similaridades y diferencias entre especies y grupos (incluidas las personas) y las causas y efectos de los sucesos.
A su vez, esta Teoría deja en claro que la división en ocho categorías se efectúa con una finalidad meramente descriptiva y para su investigación, puesto que todas ellas están presentes en prácticamente todos los seres humanos, predominando unas u otras, según cada uno, pero su interacción no solamente es la regla, sino también una necesidad, puesto que resultan complementarias.
Basta pensar, por ejemplo, en un ingeniero, cuya inteligencia primordial se ubicaría en el plano espacial, pero que sin recurrir a las demás, difícilmente podría llevar a cabo la obra que se propone.
En efecto, sin acudir al cálculo le resultaría imposible la construcción; sin las habilidades lingüísticas no podría dar las instrucciones para concretarla; careciendo de la corporal cinestésica sería incapaz de realizar la supervisión in situ, etc.
Otro aspecto que resalta esta propuesta es que, si bien alguna o algunas predominan, se puede alcanzar un cierto grado de competencia en las demás con el estímulo y la instrucción adecuados.
Al mismo tiempo, existen habilidades diferenciadas dentro de cada una de las categorías, por lo cual no solamente no existe la inteligencia única “todo terreno”, sino que dentro de ellas hay subespecies, por lo que, por ejemplo, se puede ser un mal escritor pero un excelente narrador oral ante el predominio de la inteligencia referida a la lengua.
También rompe con la dualidad inteligencia-habilidad. En ese sentido, el propio Gardner expresa: “Lo que hice fue tomar la palabra inteligencia, que era propiedad de la gente del coeficiente intelectual, y dije: la música es un talento y las matemáticas son inteligencia, pero, ¿por qué debemos llamar inteligentes a las personas buenas con los números y solo talentosos a aquellos que dominan el tono, la armonía, el timbre?".
Por eso su definición reza: “la Inteligencia es un potencial biopsicosocial que se manifiesta en la capacidad de resolver problemas o elaborar productos que sean valiosos a una o más culturas”, lo que hace que el concepto sea mucho más abarcativo que el referido al campo de la lengua y las matemáticas.

Su utilidad en la educación, con especial referencia a la discapacidad intelectual
Además del simbronazo que produjo esta teoría en el mundo académico abocado al estudio de la inteligencia, sus repercusiones alcanzaron rápidamente el área de Educación, por las consecuencias que se desprenden de su formulación.
La idea de la educación como una tarea estandarizada, igual para todos, se cuestionaba a través de diversas disciplinas y en teorías educativas desde hacía bastante tiempo.
Esa corriente gana sustento teórico con la Teoría de las Inteligencia Múltiples, que, según sus seguidores, brinda un abanico de ocho maneras de educar.
Gardner mismo propone que la escuela debería centrarse, más que en brindar conceptos y basarse en métodos homogéneos, en desarrollar todos los tipos de inteligencia y, sobre todo, ponerse al servicio de facilitar a cada persona la posibilidad de alcanzar metas acordes a sus habilidades y a sus posibilidades. Postula que, además de los contenidos básicos necesarios, en forma prioritaria, el educador debiera ayudar al educando a pensar de la misma forma que lo hacen los científicos, los artistas o los historiadores, es decir, en forma creativa, más que basarse en la memoria.
Para ello se hace necesario que cambien las metodologías de enseñanza y que se ponga la mira sobre las capacidades de los individuos, antes que descartarlos o postergarlos porque no son eficientes en solamente una parte de su inteligencia, la que se espera como estándar que abarca a todos, sin tener en cuenta sus diferencias. Este aspecto es, según los seguidores de esta postura, uno de los beneficios más impactantes que aporta, porque habilitaría la integración de muchos actualmente excluidos del sistema educativo y ayudaría a repensar lo que se considera como discapacidad mental.
Existen innumerables ejemplos en la vida cotidiana, tanto de celebridades como de personas comunes y corrientes, que, más allá de sus carencias en determinados rubros, consiguen grandes o pequeños logros que resultan en un beneficio para ellos mismos y para la comunidad.
Uno de los aspectos a considerar es que no existe un modelo para seguir a este respecto, sino apenas líneas generales para que se las adapte a cada persona.
En ese sentido, el primer paso es considerar cuáles son las debilidades y fortalezas de cada individuo y trabajar sobre ellas, brindándole el apoyo, los materiales y el estímulo necesario para desarrollar estas últimas, sin descuidar los aspectos menos favorecidos para maximizarlos en la medida de sus posibilidades, pero sin sobreexigencias.
El segundo paso es que el docente debe comprender cómo es que su alumno aprende y adaptar a ello su forma de enseñar, graduando las tareas y ajustando los objetivos sin urgencias.
También es importante establecer un lazo motivacional basado en las habilidades, lo que redunda en una mayor incentivo y confianza en sí mismo, que habilita mejores y mayores resultados.

No todo son flores
Pese a que algunos sectores dedicados al estudio de la inteligencia y en otros vinculados a la Educación han aceptado esta Teoría, la que continuó desarrollándose en sus algo más de tres décadas de postulación, existen algunas observaciones que, parcial o totalmente, reniegan de ella.
Una de las objeciones más fuertes es que esta propuesta no permite la medición, con lo cual, entre otras cuestiones, resultaría un impedimento para realizar categorizaciones y para establecer diagnósticos de discapacidad mental.
También se la acusa de que los fundamentos de esta teoríason solamente meras especulaciones ambiguas y subjetivas, ya que no existen trabajos verificables que den sustento a sus proposiciones, dado que no se ha demostrado su evidencia de otra manera que no sea por medio de afirmaciones dogmáticas y, como tales, imposibles de verificar.
Un desprendimiento de esta última postura es que, lejos de tratarse de una serie de inteligencias, serían apenas aspectos subsumibles en lo que se considera la inteligencia única y general y que la tipología defendida por Gardner se trataría solamente de formas de cognición (no de inteligencia).
Algunos teóricos, como Sternberg, afirman que no todas las inteligencias poseen el mismo valor, y cita como ejemplo que no es lo mismo carecer de sentido del ritmo que no desarrollar habilidades lingüísticas. Por ello, poner a todas en el mismo nivel implicaría desconocer la relevancia de unas respecto de las otras y ubicaría al sujeto en una posición de desventaja, más que favorecerlo, al desarrollar habilidades secundarias y descuidar las más importantes.
Asimismo, se plantea que la teoría no implica novedad alguna, sino el simple cambio del conceptos “habilidades” por “inteligencias” que formularan otros autores a partir de 1938.
Otra de las refutaciones tiene que ver con la utilidad práctica de estas afirmaciones en el campo educacional.
En este sentido, si bien prácticamente nadie reniega de que resultaría deseable la aplicación a cada individuo de una metodología de enseñanza totalmente personalizada, muchos críticos de las inteligencias múltiples sostienen que, al menos en el estado actual de las estructuras educativas, llevar a cabo semejante tarea resulta imposible, sobre todo en contextos áulicos numerosos, donde el docente debería implementar tantas estrategias y planes alternativos como alumnos tenga a su cargo, lo que derivaría en una situación cercana al caos.

Una mirada final
La teoría de Howard Gardner no es totalmente novedosa, pero, en realidad, nada en la historia de la humanidad lo es, sino que todo tiene un antecedente y aparece cuando están dadas las condiciones que lo permiten.
Algunas de las críticas que recibe parecen olvidar que no se trata de inteligencias separadas en compartimientos estancos, sino que existe una profunda imbricación entre unas y otras y que ninguna funciona aisladamente.
Otras, como la de la imposibilidad de su aplicación práctica por las características de los sistemas educativos actuales, parecen referir más a la incapacidad de dichas estructuras de renovarse, y, en todo caso, su aplicación concreta y con buenos resultados se realiza desde hace tiempo en diversos establecimientos de todo el mundo.
Lo más importante de esta propuesta, que quizás debiera buscar asentarse sobre bases científicas más sólidas, es que vuelve a reafirmar una tendencia saludable, presente desde hace mucho tiempo en la historia de la educación, que intenta hallar caminos alternativos que superen los estándares rígidos que desconocen la diversidad y resultan segregadores para centrarse en la capacidad de las personas.

Ronaldo Pellegrini
ronaldopelle@yahoo.com.ar

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