martes, 15 de noviembre de 2011

Abuso sexual en personas con discapacidad


Descripcion de la imagen:cara e niño/a con cara de angustia con una mano que le tapa la boca ( imagen en blanco y negro)
Aunque las estadísticas mundiales ubican a las personas con discapacidad, en especial a mujeres y niños con discapacidad mental, como uno de los grupos sociales más vulnerables ante el abuso y la explotación sexual, casi no existen referencias a ello en los informes periodísticos o en las campañas de concientización y prevención. Este vacío no es casual, ya que obedece a una “lógica” que relativiza la sexualidad de las personas con discapacidad, invisibilizando sus derechos y privándolos, a ellos y a sus familias, de recibir la protección, el acompañamiento y la contención necesarias. En este informe especial analizaremos en profundidad aquellos factores que ubican al colectivo como un grupo vulnerable y expondremos los consejos de especialistas en materia de prevención del abuso.
Sin dudas, se trata a nivel mundial de uno de los temas más complejos y postergados en relación a las problemáticas y a la violación de los derechos de las personas con discapacidad.
Los mitos y tabúes sociales y la falta de servicios de protección ubican a las personas con discapacidad ante un riesgo significativamente mayor de sufrir abuso sexual y maltrato que cualquier otro colectivo social.
El abuso sexual dentro de este sector se encuentra impulsado principalmente por una situación desigual de poder y control, donde las personas con discapacidad pueden ser más fáciles de manipular y vulnerar por carecer, en la mayoría de los casos, de posibilidades de denunciar los abusos, ya sea por barreras físicas, sensoriales, intelectuales o aún institucionales.
Según investigaciones llevadas a cabo en los Estados Unidos, se sugiere que los niños y niñas con discapacidad tienen una probabilidad dos o tres veces mayor de sufrir abuso sexual infantil que los niños y niñas sin discapacidades. Otro estudio canadiense afirma que el 83% de las mujeres con discapacidad se enfrentará a una situación de asalto sexual a lo largo de su vida. (Stimpson, L. & Best, M. 1991. El coraje sobre todo: Asalto Sexual contra las Mujeres con Discapacidad. Red de Mujeres con discapacidad de Toronto).
Estas lamentables cifras pueden aún acentuarse en el caso de las personas con discapacidad mental, particularmente las mujeres. Un estudio canadiense sugiere que el 45% de las pacientes psiquiátricas ambulatorias informaron haber sufrido abusos sexuales durante la infancia (Muenzenmaier, Meyer, I., Struening, E., Ferber, J.).
La mayoría de los análisis sobre este flagelo afirman que las personas con discapacidad son objeto de abuso en su mayoría por los cuidadores, personal médico, personas cercanas a su entorno o proveedores de servicios de discapacidad.
Pero aunque el contexto de los abusos esté claramente definido y las estadísticas resulten más que explícitas, nos encontramos ante una falta de recopilación sistemática de datos o de investigación y de estrategias efectivas de protección.
Sumado a ello, es sabido que en los países desarrollados sólo el 3% de los casos de abuso sexual de las personas con discapacidad son reportados (Valenti-Hein & Schwartz), que el apoyo institucional a las víctimas con discapacidad es mucho menor que en el caso de las víctimas sin esta condición y que los perpetradores son castigados con menos frecuencia respecto a otros grupos sociales.
Con este lamentable marco de oscuridad e invisibilidad es imperativo concientizar a la sociedad acerca de los cuidados preventivos y pugnar por una estrategia nacional de protección de los adultos y niños con discapacidad. Esto tiene que ser llevado a cabo en el marco de un nuevo modelo social de discapacidad y diversidad, mediante la consulta activa y permanente a las personas con discapacidad.
Para ello se necesitan más investigaciones sobre la vulnerabilidad y el abuso del colectivo y el papel potencial de los servicios de apoyo en la prevención del abuso, como también optimizar los programas de educación sexual y sensibilización acerca de esta problemática.
A lo largo de este informe analizaremos en profundidad los factores que ubican al colectivo como un grupo vulnerable y expondremos los consejos de especialistas en materia de prevención del abuso.
Cifras que duelen
Como se señaló anteriormente, las mujeres y los niños con discapacidad son los dos grupos más vulnerables de ser violentados, sin embargo los índices de abuso sexual en varones con discapacidad es muy superior al de varones sin esta condición.
En relación a las mujeres con discapacidad, y especialmente discapacidad mental, Sagrario Mateo, presidenta de la asociación Aprodemm, (Asociación Pro Derechos de la Mujer Maltratada) subrayó esta semana en unas jornadas organizadas por FEAPS (Confederación Española de Organizaciones en favor de las Personas con Discapacidad Intelectual) de Navarra que las mujeres con discapacidad sufren entre dos y cinco veces más episodios de violencia de género que el resto.
Se estima que alrededor del 83% de las mujeres con discapacidad han sufrido desde su infancia algún episodio de asalto sexual, siendo que en el 49% de los casos sufrieron alrededor de 10 o más incidentes. De entre ellas, un 40% de mujeres con discapacidad física reportó haber sido atacada sexualmente, y para las mujeres con discapacidades psiquiátricas, la tasa de victimización criminal violenta, incluyendo asalto sexual, es dos veces mayor que en la población general. El 45% de los pacientes psiquiátricos ambulatorios mujeres manifestaron haber sido víctimas de abuso sexual durante la infancia, y si a esta condición se suma la indigencia, el riesgo puede alcanzar un 97%. Todas estas estadísticas pertenecen a la Coalición Contra el Asalto Sexual (Wisconsin, EE.UU.), demostrando que además la problemática es igual de lamentable en países desarrollados como en países en desarrollo.
Pero no son sólo las mujeres portadoras de dolencias mentales graves las que pueden ser víctimas del abuso. Mencap, la mayor organización de caridad en el Reino Unido para los niños con dificultades de aprendizaje, informó en el año 2002 que 1.400 nuevos casos de abuso sexual contra las personas con una discapacidad de aprendizaje son reportados cada año en el Reino Unido, de los cuales sólo el 6% llegan a los tribunales y apenas se produce una condena efectiva en el 1% de los casos.
Por eso, a esta lamentable realidad debemos sumar que las mujeres con diagnósticos psiquiátricos o trastornos de aprendizaje tienen serias dificultades para presentar denuncias por violación, o de ser tomadas en serio por el sistema judicial.
Se tendería a pensar que las mujeres con discapacidad sólo estarían expuestas a la violencia o el abuso en el marco de la marginalidad o la institucionalización, sin embargo las mujeres con problemas de aprendizaje que viven en pareja también están gravemente expuestas y pueden tener serias dificultad para dejar una relación abusiva, especialmente si la pareja es el encargado de ayudar con la comunicación o la movilidad. El estudio norteamericano sobre asalto sexual anteriormente citado revela que el 38% de las mujeres con discapacidad casadas han experimentado abusos sexuales y episodios de violencia por parte de sus parejas.
En países con realidades sociales más complejas, el riesgo de sufrir violencia sexual puede alcanzar cifras escalofriantes. Según un informe presentado por la Federación Nicaragüense de Asociaciones de Personas con Discapacidad (Feconori) el 97.7% de las mujeres con discapacidad han sufrido algún tipo de abuso sexual en dicho país. David López, presidente de esta organización, asegura que las personas con discapacidad se encuentran con serias barreas a la hora de buscar protección y respuesta de las autoridades. “Las leyes no están hechas para nosotros. Una persona sorda que desea denunciar ante la policía no es tomada en cuenta ya que para darse a entender necesita un traductor y esto representa la denuncia de una tercera persona. Igual el testimonio de una persona ciega abusada se-xualmente, le resulta difícil reconocer a su atacante y aunque la víctima esté segura su testimonio es desacreditado. Eso ocurre y más cuando la víctima es una persona con síndrome de down”, manifestó López.
La situación que atraviesan los niños y las niñas con discapacidad es igualmente compleja y desestimada. La prestigiosa organización internacional “Save the children” afirma (a través de la revisión de 16 estudios llevados a cabo en Canadá y los Estados Unidos, Gorey y Leslie) que, excluyendo los casos en los que no hay contacto físico, entre 12 al 17% de las chicas y del 5 al 8% de los chicos en general han sido objeto de abusos sexuales, siendo que en los niños y niñas con discapacidad la probabilidad es dos o tres veces mayor.
Para probar esta hipótesis, Marit Hoem Kvam, investigadora y experta en necesidades educativas especiales de Noruega, envió cuestionarios a todos los departamentos de pediatría de los hospitales noruegos, recibiendo respuesta de 26 centros de salud. A partir de las respuestas obtenidas, Hoem Kvam descubrió que los niños y niñas con discapacidades constituían sólo el 6.4% de los examinados ante presunción de abuso sexual, y en aquellos cuya discapacidad era severa eran sólo el 1,75 del total. Para estas cifras la especialista propuso cuatro explicaciones relativas al abuso sexual infantil en niños y niñas con discapacidades:
1. Problemas de comunicación y revelación del abuso. No es fácil descubrir un abuso sexual infantil a menos que sea muy evidente.
2. En el caso de los niños y niñas con discapacidades, la vigilancia en cuanto al abuso sexual infantil es menor, con lo cual muchos casos se ignoran.
3. Las instituciones no informan de los casos por miedo a dañar su reputación.
4. Reticencias de los padres o cuidadores con respecto al sistema judicial.
En uno de sus escritos, respaldado por investigaciones llevadas a cabo en Canadá y Estados Unidos*, el Dr. Gregor Wolbring, responsable del Programa Comunitario de Rehabilitación y Estudios de la Discapacidad de la Universidad de Calgary, asegura que los delitos contra las personas con discapacidad a menudo son tratados por la justicia de manera menos grave que los delitos contra las mujeres y los niños sin discapacidad y que diferentes eufemismos se utilizan para “suavizar” el delito, especialmente en los servicios de salud, donde el abuso muchas veces es sancionado como meras "infracciones administrativas".
Para Wolbring, la mayoría de las veces los perpetradores de estos abusos son personas muy cercanas a la víctima, predominando cuidadores y médicos. Según su análisis, entre el 15 y el 25% de los abusadores serían miembros de la familia, un 15% allegados y vecinos, el 30% serían proveedores de servicios relacionados con la discapacidad, y apenas un 5% serían extraños. De todos ellos, 88 a 98% de los abusadores sexuales serían hombres (Sobsey, D. y Mansell, S.)
El marco ideal para el abuso Todo este marco de impunidad y desatención se encuentra acuñado por el vacío de la conciencia social y por toda una serie de mitos y sobreentendidos que poco reflejan la realidad de las personas con discapacidad.
Entre los principales mitos y malentendidos podemos referir:
- La creencia de que las víctimas de abuso sexual con discapacidad no existen porque las personas con discapacidad no tienen sexualidad ni son atractivas.
- Las personas con discapacidad son como niños, en realidad nunca se convierten en adultos, por lo tanto no pueden convertirse en víctimas de abuso sexual con discapacidad.
-Si las personas, y especialmente los niños con discapacidad, están protegidos y alejados de los extraños, estarán a salvo del abuso sexual.
- Los jóvenes con discapacidad son incapaces de comprender lo que les sucede y son propensos a fantasear y mentir.
- Las personas con discapacidad mental son incapaces de controlar sus impulsos sexuales.
- Las víctimas jóvenes con discapacidad no entienden completamente lo que les ha sucedido, no experimentan dolor emocional ni trauma cuando son abusados sexualmente.
Estos supuestos, nacidos de la desinformación y los prejuicios sociales, son el caldo de cultivo ideal para cometer y justificar el abuso, de allí la importancia de poder identificar las diversas situaciones de riesgo y concientizar acerca de la realidad de la sexualidad y la vida afectiva de las personas con discapacidad.
Podemos encontrar entre los factores de vulnerabilidad mayormente citados:
-Impotencia y falta de autorrepresentación: a las personas con discapacidad no se les da el poder para tomar decisiones por sí mismos, muchas veces los cuidadores toman decisiones por ellos. Su dependencia de los cuidadores también los pone en riesgo de ser víctimas de abuso sexual. Se les enseña a obedecer incondicionalmente a sus cuidadores, el riesgo se refuerza.
-Necesidad de cuidado personal: las personas con ciertas discapacidades físicas necesitan que alguien las higienice y les ayude a usar el baño. Tienen poco control sobre quién toca su cuerpo, y de qué manera.
-Aislamiento: muchas veces, los niños con discapacidad están aislados del resto de la comunidad, lo que aumenta la probabilidad de que el abuso sexual se lleve a cabo, y también aumenta la probabilidad de que los abusos no sean detectados.
-Indefensión física: las discapacidades física, visual y auditiva limitan, especialmente a los niños para protegerse.
- Lenguaje, barreras del habla y el vocabulario: pueden tener dificultades para protestar contra los atacantes, pedir ayuda o dar a conocer el abuso.
-Deterioro o limitación de las habilidades cognitivas: muchas veces los jóvenes o adultos con discapacidad intelectual no puede entender una situación de abuso y son más fácilmente influenciados y manipulados.
-La falta de educación de prevención del abuso: la falta de información hace que sea difícil para los niños con discapacidad entender y reconocer las situaciones de abuso.
Particularmente la investigación sobre los factores de riesgo de abuso en niños con discapacidad es muy limitada. De todos modos, se ha podido esclarecer que existen además un sinfín de barreras sociales y dilaciones en el avance de políticas sobre inclusión que afectan particularmente la protección que pudiera brindarse a niños y jóvenes.
Es sabido que los niños con discapacidad y sus familias se enfrentan muchas trabas para su plena participación en la sociedad, lo que limita su capacidad para contribuir y acceder a recursos y servicios comunitarios, incluidos los servicios de prevención del delito sexual. Esta falta general de comunicación y consulta con los niños y jóvenes con discapacidad y sus familias y la casi ausencia de servicios especializados de apoyo puede dejarlos sin resguardo, aislados física y socialmente.
La falta de educación sexual efectiva y cursos de seguridad y sensibilización con los niños y jóvenes con discapacidad hace que a las posibles propias barreras de su condición se sume la desinformación sobre las medidas de autocuidado que pudieran incorporar a sus rutinas.
Otro factor de vulnerabilidad que no podemos desatender es que muchas veces los supuestos sobre el estado de ánimo, las auto-lesiones y el comportamiento propio de determinadas condiciones psiquiátricas pueden favorecer a que los posibles indicadores de abusos se atribuyan erróneamente a la discapacidad del niño.
Por último, un tema de suma vigencia y preocupación es el relacionado al abuso de medicación. Los niños y adolescentes que por trastornos puntuales son sobremedicados con psicotrópicos pueden quedar indefensos ante cualquier tipo de violación de sus derechos y expuestos ante abusos de toda índole.
Acciones preventivas Casi podríamos asegurar que la principal acción que se puede llevar a cabo para prevenir la violencia y el abuso es dejar de negar lo que sucede, es decir, tener en cuenta esta realidad y generar las estrategias necesarias para evitar cualquier riesgo.
Frente a la poca información relacionada con programas de prevención sobre abuso, la información a la que se puede tener acceso se refiere siempre a personas y niños que no suelen pertenecer a los grupos de mayor riesgo, cuando en realidad las campañas más fuertes deberían estar dirigidas a las personas y grupos que por su grado de marginación social están mayormente expuestas.
Son muchas las personas con discapacidad que viven “escondidas” en instituciones, hogares, hospitales y aun en sus propias casas, esta situación provoca que poca gente pueda ver lo que está pasando y esto es el marco perfecto que buscan los agresores: lugares donde es fácil operar sin ser descubiertos.
Entre las acciones preventivas específicas para los adultos con discapacidad podemos citar:
-Reconocer y enfrentar el estigma y la discriminación que existe a nivel comunitario hacia las personas con discapacidad para asegurar el acceso justo a los servicios comunitarios, la información adecuada y a los derechos legales.
-Aumentar la participación de las personas con discapacidad en la comunidad: visibilizarlas.
-Evaluar la mejor estrategia para recibir educación sexual acorde a su condición y etapa de desarrollo.
-Proporcionar información clara y precisa sobre violencia sexual y acerca de cómo poder defenderse y buscar ayuda.
-Estimular y ayudar a las personas para detectar el abuso.
-Regular el desequilibrio de poder que pueda darse entre las personas con discapacidad y sus cuidadores.
-Generar confianza y diálogo sobre todos los temas relacionados a la vida afectiva.
-Prestar atención a los cambios de conducta y de postura corporal repentinos.
-Hablar abiertamente con las instituciones acerca de las garantías que ofrecen y qué medidas preventivas se llevan a cabo para desalentar el abuso.
En cuanto a la prevención de los niños y niñas, la organización Save the Children ha diseñado una serie de pautas específicas que pueden sumarse a las antes mencionadas, a saber:
-Romper los estereotipos vinculados a los niños con discapacidad.
-Fortalecer a los niños y niñas dándoles cariño, respeto y aceptación.
-Ayudarles a construir su seguridad y autoestima, enseñándoles a ser creativos e independientes. El alentarlos a destacarse en alguna tarea o actividad ayuda a los niños y niñas a ser más fuertes y menos vulnerables.
-Incrementar la toma de conciencia de los cuidadores, en especial en el caso de niños y niñas con discapacidades, para que los casos se detecten sin que pase mucho tiempo.
-Fomentar y apoyar la revelación de casos.
-Formar a los miembros de los servicios de protección de la infancia, de la policía y del sistema judicial en el abuso sexual infantil a niños y niñas con discapacidades.
-Asegurarse que las instituciones contemplen el tema y diseñen normas básicas para manejar este tipo de casos.
-Reducir las oportunidades que los cuidadores tienen para estar a solas con niños y niñas vulnerables.
Más allá de las medidas personales e institucionales, es de suma urgencia que tanto el Estado como las organizaciones civiles relacionadas con la discapacidad trabajen en conjunto, intercambiando experiencias para lograr acciones contundentes contra el abuso sexual. Un claro ejemplo sería la provisión de pautas y recursos para atender las necesidades de las víctimas con discapacidad y la creación de unidades integrales con recursos para hacer frente a esta problemática.
También es crucial la capacitación del personal policial y de justicia para atender a las personas con discapacidad, especialmente a quienes portan discapacidad intelectual.
No se trata, pues, de generar paranoia ni aislamiento, sino por el contrario, informarse y exponer el tema, abrir el diálogo y no sentir vergüenza o pudor de manifestar todo tipo de dudas y recaudos ante entidades o profesionales idóneos. Pero no podemos dejar de tener en cuenta que si este flagelo no es evaluado desde su real implicancia estaremos contribuyendo a crear una sociedad que ampare no sólo a los perpetradores aislados, sino a posibles redes de abusadores. Como ejemplo de ello, podemos referir a la denuncia realizada por UNICEF en Tailandia, donde se reveló que los dueños de los burdeles buscaban específicamente a niñas y mujeres sordas para ingresarlas al sistema de trata y prostitución, ya que consideraban que estas mujeres tenían menos posibilidades de comunicar sus dolores y sufrimientos y, en caso de lograr escapar, mayores dificultades para volver a sus hogares.
Esta problemática, como pocas, da cuenta del tremendo daño que pueden provocar los preconceptos y la falta de inclusión de las personas con discapacidad al no ser consideradas desde su integralidad. Serán el diálogo, la ruptura de los esquemas anquilosados de percepción y la real valoración hacia este colectivo las principales armas para luchar contra el abuso, el maltrato y la pedofilia.
Luis Eduardo Martínez
martinez_luiseduardo@yahoo.com.ar
Fuentes:
- National Society for the Prevention of Cruelty to Children.
- Save the Children / Abuso sexual infantil - Programas de Prevención. ¿Cuál es el efecto del trabajo en prevención? Helsingør, Dinamarca / 7-9 Septiembre 2000.
- Violence and Abuse in the Lives of People with Disabilities/ Dr. Gregor Wolbring (1994).
- Wisconsin Coalition Against Sexual Assault: People with Disabilities and Sexual Assault.
Information Sheet Series-
- www.child-abuse-effects.com
- Violencia y abuso hacia personas con discapacidad: experiencias, barreras y estrategias de prevención/ Laurie E. Powers, Ph.D. María Oschwald, Ph.D./ Centro de Investigaciones sobre la Libre Determinación/ Instituto de Discapacidad y Desarrollo de Oregon/ Oregon Health & Science University.

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