Asistimos con asombro y preocupación
desde nuestro ámbito que es el de la
Salud , a una cantidad
de diagnósticos generalmente designados por letras y números, con los que se
clasifica de manera simplista y generalizada, a ciertas dificultades que se
presentan en la infancia y en la adolescencia. Los padres de estos pacientes, en
ocasiones, plantean interrogantes porque no logran comprender cabalmente esta
suerte de codificación -¿cosificación?- con la que se nomina la dificultad que
presentan sus hijos.
A diario circula: TDA y TDAH -Trastorno
por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad-, TGD-Trastorno Generalizado
del Desarrollo- TEL (m) y TEL (e)- Trastorno Especifico del Lenguaje Mixto y
Expresivo- y otras muchas subclasificaciones a las que se le agregan números.
En otros casos, más graves aún, se rotula como Retraso Mental a pacientes por
no responder a las pruebas del protocolo utilizado, sin advertir que puede
tratarse, por ejemplo, de una inhibición emocional o de una disfunción
neurolingüística reversibles. El rótulo le confiere un carácter de
irreversibilidad que quedará grabado en el paciente y en su familia como un
código definitivo
Estos novedosos diagnósticos, que
tienen tanta prensa en los medios masivos de difusión y que son exigidos por
las distintas obras sociales para su autorización y reconocimiento, se centran
en la observación de los comportamientos de niños y niñas, especialmente dentro
del ámbito de la institución escolar. Son diagnósticos importados, en muchos
casos basados en un verdadero reciclaje de teorías muy antiguas y otras vigentes
y se los considera contundentes por el solo hecho de provenir de países del
primer mundo. Justamente de ese primer mundo al que pertenecen los laboratorios
y empresas farmacológicas, los que para cada uno de estos códigos producen una
medicación especifica
Estas intervenciones clínicas se
inician con entrevistas y finalizan con definiciones codificadas. Son
instancias protocolizadas y en muchos casos gestionadas por correo electrónico,
con lo que se legitima la despersonalización en un ámbito donde la comunicación
y el vínculo terapéutico que comienza a establecerse, tienen una importancia
significativa. Se observa y se diagnostica solamente con los datos que aparecen
en la conducta manifiesta de niños, niñas y adolescentes.
Datos que se corresponden con una
larga y minuciosa lista de preguntas indicativas, que se van tildando al más
puro estilo “Múltiple Choice”. Estos cuestionarios informatizados deben ser
respondidos por padres, docentes y por otros profesionales de manera palmaria y
tienen la finalidad de determinar “conductas terapéuticas y educativas” a
seguir con esos niños y esas niñas. Poco importan las causas que las
determinan, se basan en un biologismo absoluto sin la más mínima consideración
del interjuego de los factores emocionales, funcionales, cognitivos, sociales y
culturales, entre otros, que habrán de incidir en la constitución subjetiva.
A partir de estos diagnósticos se generan
informes abultadísimos y universales. Informes que describen de manera
pormenorizada la patología e ignoran al
sujeto que no aprende y sufre. Estos informes son productos de la tecnología,
nada más, y se imprimen por la facilidad maravillosa que permite la informática
con sólo oprimir una tecla. En más de una oportunidad hemos recibido informes en
los cuales por descuido o desidia, no se ha borrado en algún item del mismo, el
nombre de otro niño o niña, señal que indica la indiscriminación en la
conformación de estos diagnósticos
En la mayoría de los casos se lleva a
cabo con no más de uno o dos encuentros con el paciente; con ello se cierra el diagnóstico, y se establece una indicación de tratamientos que
contiene tal cantidad de figuras terapéuticas simultáneas que constituyen una carga imposible de soportar por un solo sujeto, y
lo que es peor un infante.
No se hace un análisis de las prioridades
que, atendiendo a un diagnóstico claro y abierto de la problemática, permita en determinados momentos,
establecer la importancia de quien debe hacerse cargo de la situación y quien
debe replegarse. Consideramos que en los casos muy severos - en los Trastornos
del Espectro Autista, por ejemplo - en los que esa simultaneidad tiene que
considerarse, se deben implementar todas
las estrategias terapéutico-educativas pertinentes, coordinadas desde la
interdisciplina que tiendan a un enfoque integrador y que no se constituya en
una simple sumatoria de figuras terapéuticas, que termine desintegrando al
paciente.
Estas situaciones a las que, desde
algunos ámbitos, pareciera haber un acatamiento total e indiferente, excluye de
todo análisis la interpretación de los hechos en un contexto social, como el
actual, de extrema violencia. Asimismo se agrava el cuadro de vulnerabilidad de
los pacientes, ya que no se les brindan herramientas para resolver sus
problemáticas, y no se contiene ni se orienta a los padres para que ellos
encuentren junto a sus hijos, el camino que conduzca a la resolución de
conflictos y alivio del sufrimiento.
En ocasiones la cantidad de tratamientos
que se indican conduce a sobreprestación y consecuentemente a sobrefacturación
de honorarios constituyendo un abultado ingreso económico que subvenciona el
Estado. En estos casos, poco importan las personas que sufren, lo único
importante es el ingreso económico que reditúa la capacidad diferente. Hemos comprobado que profesionales de una
misma disciplina y acorde a intereses de empresas, atienden de manera conjunta
al mismo paciente. Los Colegios de Profesionales a través de sus Tribunales de Ética y
Disciplina deberían intervenir y tomar los recaudos necesarios sancionando a quienes
incurran en estas faltas.
Además, es fundamental recordar que la Convención de Los Derechos del Niño excede el
marco de las leyes que regulan el ejercicio de las distintas profesiones. En
tal sentido quienes trabajamos en el área vinculada estrechamente con el
crecimiento, desarrollo e inclusión de las personas tenemos, antes que nada, un compromiso asumido con la Infancia , motivo por el
cual no podemos soslayar nuestra responsabilidad en esta temática.
*
Graciela
Pierpaoli , Psicóloga,M.P. 518
Marta A. Espeleta,
Lic en Fonoaudilogía, M.P 347
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